Sueños rotos, el debacle de resistir para la juventud venezolana



Estuve pensando todo el día en la sintaxis de éste artículo, pues, he integrado aquí muchos factores, cuya narrativa sólo encuentro digna en un dramático y bipolar libro con expresión de caos, desidia, terror, triunfos y derrotas, vida, esperanza, sueños, un amor al venezolanismo y un profundo desprecio a quienes tratan de quitarnos nuestra identidad. Un libro que explicase lo que siente un joven venezolano en la temporalidad del siglo XXI, cuando su proyecto de vida ha sido secuestrado por una cuerda de inmorales totalitarios, y sus sueños con los días se hacen más inalcanzables a consecuencia de la tiranía impuesta por maduro y su séquito. Sin embargo, como las ideas, a veces, sólo llegan de momento, hay que aprovechar lo que aún queda de libertad de expresión para hacerlas llegar, mientras se pueda. 

Mi objetivo aquí, no es sembrar ninguna de ésas sensaciones o emociones con respecto a lo que quiero explicar al lector, sino más bien, invitar a la reflexión, a aquellos que aún siguen pensando en los problemas vividos en la "IV República", que se han quedado plantados en la experiencia del pasado, obvian la experiencia que se sufre el venezolano en el presente, y que, bajo ningún motivo, a tenor de la experiencia y la razón, dejan su orgullo político de lado para procurar la democracia y la libertad en el mañana. Pues el mañana – el futuro – no podrá ser justificado (como así lo han venido haciendo) como una consecuencia de las políticas del pasado; su consecuencia directa será del hoy, el ahora que vivimos en medio de la autocracia, echaremos culpas a la desidia, a la inacción, a la preferencia de la defensa de los intereses privativos de los <presentes> y no de los intereses futuros de una nación entera, cuya consecuencia más amplia, se traduce en condenar a la juventud venezolana al exilio o a la pobreza, a la delincuencia, al analfabetismo, a servir de obrero del Estado, a no tener propiedad, a daños psicológicos y una eterna insatisfacción ciudadana con respecto al progreso como compensación de su esfuerzo. 



A éste punto debo advertir que, como joven profesional venezolana, abogada, con una amplia propensión a la ética, a la moral, a la meritocracia y al constitucionalismo, no puedo desligar mi subjetividad en éste artículo, por lo que, en su redacción, quizás, puedan verse envueltos por algunas de mis emociones a la medida que reflexiono en aquellos sueños rotos de la juventud venezolana. 

Ya en alguna oportunidad, algunos allegados, han manifestado su preocupación por la crudeza con la que me expreso, temiendo por mi humanidad (temor que indica todo, menos vivir en un país democrático), ante las claras intenciones del gobierno autocrático de maduro de impedir a todas costas la expresión de aquellos que contradigan su política; pero, se me hace imposible soslayar mis palabras cuando se trata de mi futuro y el de millones de jóvenes venezolanos, contemporáneos o no, que hoy padecen las consecuencias de las fallas de educación que arrastramos por décadas. Pero también, consecuencias de la venganza perpetrada por un grupo social lleno de resentimiento ante la distinción, sin comprender, que la distinción no es una predisposición social, sino una condición humana, pues ni dos gemelos "idénticos", son exactamente iguales, ni la sociedad impone o predispone el lugar dónde has de nacer, ni las condiciones en las que has de vivir, ni mucho menos, la familia con la has de crecer, por lo tanto, una política “igualitaria” es tan falsa como el parentesco idéntico de los gemelos. 

En nuestra condición humana existen los mecanismos para activar nuestro sentido de supervivencia, que transformarían la verdadera igualdad, que es con respecto a nuestra condición humana, en una equidad con respecto a la sociedad, y es precisamente, en nuestra supervivencia - en el sentido de <vida> -, dónde están las herramientas que nos permitirán entre las condiciones y medios (determinados o no) perseguir aquellas cosas que permitan nuestra felicidad, siendo el caso, que podemos elegir vivir a través de nuestros instintos, o a través de la razón, y sólo es la razón, la que permite la supervivencia de la sociedad, pues los instintos, sólo buscan la supervivencia individual. He aquí los motivos, por los que la "igualdad" y la "justicia social", se ha convertido en realidad, en un camino que conduce a la desigualdad, desequilibrio, pobreza, injusticia e imposición. 

Cuando hablo de las fallas en la educación, no sólo me refiero a la limitación de la autonomía universitaria y el control educativo ejercido por el actual régimen, incluso, el anterior; ni tampoco me refiero, a la limitación de distribución de papel que ha evitado la imprenta de nuevos libros y medios de comunicación impresa, o la coerción de la libertad de expresión, de la pluralidad política o de la pluralidad de ideas, entre tantas otras cosas, que han surgido en Venezuela en las últimas dos décadas tras la imposición de un sistema antidemocrático, y que, debemos tener presente, que tal imposición, también es consecuencia de malas políticas arrastradas en nuestra historia contemporánea. Me refiero, a la política de coacción y coerción de las libertades y éste terrible "amor" <obsesión> que se ha regado a través de los tiempos en la cultura de la sociedad Latinoamericana, de <existir> e intentar tener una "vida" (más no digna) bajo el control de los estatistas, en gobiernos de características autocráticas, e inclusive, a lo que yo misma he catalogado, como un masoquismo a la tiranía. 

Aumenta todos los días mi preocupación, cuando en los medios digitales de comunicación leo noticias como que un niño de dos años fue asesinado por su joven madre (1) como solución a un problema de que su hijo significaba un obstáculo para los planes de su futuro, so pretexto, que no podía huir del régimen madurista e intentar tener una nueva vida en otro país con un hijo a su cuidado. Que en un Estado dónde exista una verdadera democracia, una verdadera libertad, una verdadera asistencia social y una verdadera responsabilidad social hacia sus ciudadanos, la madre hubiera tenido la opción de acudir al sistema público durante las épocas de su embarazo o en tiempos de sentir no poder continuar con su crianza, para dar en adopción a su hijo a alguna familia con capacidad suficiente para poder criarlo, o en su defecto, la responsabilidad de crianza del mismo, fuera asumida por el Estado, colocándolo en un hogar de menores hasta que el niño sea adoptado o cumpliera mayoría de edad. 

Y es aquí donde rallo un poco en la moralidad, y en nuestra obligación civil como ciudadanos de preservar la República para las generaciones futuras. Lo grave del problema planteado en tal noticia, no es el delito, ni tampoco, lo es el hecho social del embarazo precoz, que es agua de otro río, lo grave del problema, es lo que ocurre en la psique de un ser, una joven que apenas está conociendo la vida, ante la responsabilidad de crianza de un niño en un país declarado abiertamente en crisis. Invita enteramente a reflexionar, más allá de la serie de incapacidades (incapacidad económica de los padres para el mantenimiento de la familia, incapacidad de subsistencia en un estándar social seguro para la familia, incapacidad psicológica de los padres para soportar las responsabilidades de la familia) que supone la crianza de una familia precoz (problemas que existen en Latinoamérica de hace décadas), ¿Cómo un joven venezolano puede resistir <sobrevivir> en medio de una crisis social, político y económica en Venezuela?, y aun así, pretender llevar una vida con “normalidad”. 

La energía vital de todo joven tiene nombre de <sueño> y se materializa de <esperanza>, pero, ¿Qué alimenta hoy en día la energía vital de un joven venezolano? si a corto, mediano o largo plazo, los sueños no miran esperanza; empero, en su día a día, se encuentra sometido a un terror psicológico y mediático por parte de las autoridades del gobierno autocrático de maduro, sin ninguna clase de madurez, conciencia o sensatez para enfrentar todo lo que viene encima en los años venideros, ya sea por la extensión del gobierno autocrático, o en caso de su salida, la consecuente transición que surge para la recuperación el país. 

Cuyo ciclo sólo terminará, cuando los ciudadanos sean verdaderamente conscientes de su libertad y responsables de lo que ésta significa, en torno a lo que persigue el progreso y desarrollo de un país. Sin embargo, para lograrlo, no sólo tendríamos que cambiar la política populista, militarista, absolutista, estatista, en fin, totalitaria que hoy nos gobierna - y en la que existe una alta posibilidad de reincidencia, si se mantiene la ignorancia -, además, tendríamos que invertir un gran esfuerzo económico, para garantizar la política educativa debida, que genere en nuestra sociedad <conciencia> sobre lo que verdaderamente significa la democracia, la libertad, el Estado Constitucional de Derecho y la preeminencia de los derechos humanos. 

Si yo fuera abogada de ésta joven, no intentaría absolverla del todo de sus actos, pues moralmente, tiene la consciencia suficiente para saber que <matar es malo>. Sin embargo, planteándome el supuesto de su justificación, no podría considerar una totalidad de responsabilidad en ella, puesto que su responsabilidad, radica también, en la responsabilidad de los gobernantes que han dirigido la crisis de Estado que vivimos. 

Y es aquí, cuando es válido preguntarse ¿Es más o menos responsable la madre que piensa en procurar primero su supervivencia?, si la madre no es capaz de procurar su propia supervivencia y pone en riesgo su vida la permanencia en el país ¿Se encuentra en capacidad de procurar la supervivencia de otro ser?, quizás la solución no era la muerte de su hijo, pero en el supuesto, de no tener una familia o allegado que pudiera brindar las condiciones idóneas para criar y adoptar a su hijo, y a sabiendas, que el Estado no procura las condiciones sociales debidas en éstos momentos, para que se inicie un proceso de adopción con serios aspectos de celeridad ante los factores que engrosan el caso, o en su defecto, de una casa hogar que recibiera al niño. ¿Es más o menos responsable la madre al procurar evitar una doble muerte futura, la suya y la de su hijo?, todo por no sentir esperanza con respecto a su futuro, y lo que todo hombre en sociedad quiere, vivir una vida digna. 

Todo lo anterior, nos lleva a pensar en la responsabilidad que tiene el Estado ante la crisis, y en las consecuencias de ésta con respecto a las actuaciones de los ciudadanos, puesto que se ha producido un evidente desequilibrio psicológico, que ha conllevado a muchos – como lo fue en éste caso - a la toma de decisiones desesperadas o lo que en éste caso pudiera ser algún tipo de dolo inducido por la crisis político, social y económica del país. ¿No es esto suficiente como para considerar un terrorismo de Estado?, cuando todos los días surgen casos que cada vez más, esclarecen el <psico-terror> social existente en Venezuela generado por la propia crisis de Estado y la política del régimen. 

Vivimos pues, en una sociedad dónde se hace constante la violación de los derechos humanos y los delito de lesa humanidad perpetrados por el propio Estado. Si apelamos a lo justo, y la política actual promovida por el gobierno autocrático es de "un Estado paternalista", así como se han encargado de poner límites y control a las libertades de sus "hijos", pues, de la misma manera debería tener un grado de responsabilidad. El problema de la <responsabilidad>, es que la misma es propia de la libertad y forma parte de la justicia que persigue la democracia, y tal responsabilidad, nunca existe en los gobiernos de características autocráticas. Y es por ello que debemos preguntarnos, cuándo la propia libertad se encuentra controlada y limitada por la propia disposición totalitaria del Estado, que sólo persuade en la sociedad una conducta inmoral y sin valores - el que éste mismo ha provocado- como solución a la opresión, en donde el hombre, deja de ser racional – otra condición del hombre en democracia – y comienza a actuar por impulso –por su mero estado de supervivencia, condición del hombre libre por naturaleza, no actuando en civilidad, bajo el orden establecido –, en condiciones como las actuales, ¿No debería ser igual de responsable el Estado por los actos derivados de la "mala crianza" de sus hijos?. 

Es fácil evadir la responsabilidad, puesto que, presumiendo la joven no tenga medios económicos para una defensa privada, la defensa pública (el propio Estado) le recomendará asumir los hechos para tener una redención en su pena, redención que tendría, demostrándose la responsabilidad del Estado en la crisis actual, que además, obligaría al Estado a indemnizar proporcionalmente todos los daños ocasionados, y la única indemnización posible a la desestabilización económica, social y psicológica creada a los jóvenes venezolanos, es devolviéndoles su futuro. Con esto no quiero decir, que el Estado deba absolver de culpas a todo aquel que cometa un delito, pues, aún en desconocimiento de la ley, somos responsables de nuestros actos, como principio básico del ejercicio de nuestra libertad, pero, en un Estado, dónde la libertad no se ejerce, sino que es reprimida y dirigida ¿Hasta qué punto puedes ser responsable por tus actos?, considerando el hecho de que tus actos puedan estar dirigidos por las propias condiciones que te impone el Estado. 

Un país no se construye en base de promesas ilusorias y falaces, no se construye en base a la opresión e imposición de ideas, ni mucho menos se construye justificando el terrorismo de Estado, la corrupción de los gobernantes o permitiendo la tiranía a costa de una cuota de poder. Pues un país está conformado por un conglomerado social, lleno de hombres, y no existe un hombre perfecto, ni una idea perfecta, ni mucho menos un modelo ideal perfecto, los tiempos no son perfectos, los cambios en la historia tras cada una de sus décadas son inminentes, lo que sí existe es una contraposición de ideas e intereses, que sólo en democracia, bajo debates, bajo representación de éstos intereses, se puede hacer valer, a través de la expresión de la voluntad, y sólo ante la ley, ése orden justo de las cosas, y la exigencia de la responsabilidad en todas y cada una de sus formas - que sólo corresponde materialmente al ciudadano-, podremos lograr que la individualidad pueda existir en medio de la comunidad que implica la sociedad, y la unanimidad de la misión que compete al Estado. 

Nos leemos en la próxima, 

OGDS 

(1) https://www.noticiasaldiayalahora.co/sucesos/expertos-hablan-del-asesinato-de-nino-de-2-anos-que-conmociono-caricuao/

Fuente de Imágen: http://esmasvida.com/wp-content/uploads/2017/05/simbolo-9.jpg